Pensamiento crítico para personas voluntarias y cooperantes nace de la perplejidad, de la confusión y de la estupidez. Esto es lo que experimentó un cooperante francés que pretendía enseñar sobre el terreno las innovadoras técnicas académicas de pensamiento comunitario a un grupo de indígenas quillasingas, pueblo acostumbrado a celebrar mingas ancestrales de pensamiento antes de que los conquistadores llegasen a Abya Yala. Las mismas sensaciones embargaron a una profesora española cuando descubrió que los veinte mil euros que su proyecto de cooperación había dedicado a comprar un ecógrafo se habían desperdiciado porque nadie pensó que la deformidad infantil era un problema en la comunidad africana donde el aparato, cínicamente, pasó a mejor vida.