A diferencia de otras ciudades con abolengo, Roma posee un casco histórico peculiar. Más que de una zona precisa, se puede hablar de varios núcleos, cada uno de los cuales se explica por su propia motivación histórica y cultural, urbanística y social. El primero de todos, el Campidoglio, se eleva sobre la explanada del Foro Romano, donde por espacio de más de 1.200 años se decidieron los destinos del reino, de la república y del imperio. Tras el ocaso de la potencia romana, fue aquí donde, a finales de la Edad Media, volvió a latir de nuevo el pulso cívico de Roma. Sin embargo el poder religioso, con el transcurso de los siglos, se trasladaría desde Letrán hacia San Pedro y el Vaticano. Roma es una ciudad habituada a la inmigración: así ha sido desde la época de los césares y hasta los años en que se convirtió en la capital de Italia, cuando sus dimensiones crecieron desmesuradamente. Las cosas no son muy diferentes en la actualidad, como demuestran las estadísticas según las cuales, al menos uno de cada diez romanos procede de otro país. Como prueba de la importancia de la diversidad en la historia de Roma,