Luz, una chica de once años, veía el Instituto como el lugar perfecto para disfrutar y estudiar. Llena de energía y entusiasmo empezó su primer año de secundaria, abierta a recibir nuevos compañeros y hacer amigos.
En el ambiente del Centro, surgieron varios momentos especiales de emoción, ilusión y diversión entre compañeros. Y otros instantes en los cuales Luz se sintió segura, potente y capaz de dar la cara y buscar salidas y remedios.
Con la llegada del confinamiento a Granada y el cierre de los centros educativos, Luz se encontró refugiada con los libros, apreciando, disfrutando y profundizando en la lectura.
Cuando abrió los mensajes de sus profes, se enteró de que estaban preocupados porque no sabían nada de ella y no había entregado ninguna de las tareas. Entonces Luz despertó: agobiada y sin aliento comenzó a trabajar hasta altas horas de la noche para poder avanzar y estar al día. Siguió con su vida estudiantil y sacó creatividad y talentos inesperados.
Sin embargo, esta vez las pantallas se convirtieron en las aulas, y los