El geógrafo francés Jean-Claude Chigot lleva tres años recorriendo los cinco continentes con el objetivo de localizar el centro del mundo. El encargo, aunque discreto, forma parte del amplio programa que François Mitterrand, el presidente de la República, ha diseñado con motivo de la celebración del Bicentenario de la Revolución. Tras recorrer el mundo sin éxito, se dispone a regresar a París, aun a riesgo de que el fracaso cosechado arruine su reputación académica. No obstante, el azar lo va a llevar a un hangar de una exportadora de cítricos de la localidad de Almenara, en la provincia de Castellón. Allí, Chigot comienza la redacción del trigésimo cuarto cuaderno de su periplo. Esta bitácora se centra en las peripecias de este hombre de ciencia, especialista en geografía humana, racionalista y cartesiano, en el momento en que conoce a Virginio Bonet, un tabernero local, ya octogenario, que se le presenta como un experto en "mundología" y que, además, va a convertirse en el partenaire imprescindible del explorador por la provincia castellonense, le petit pays des petits châteaux, en los últimos tramos, tal